Editorial N°16 – Año 2 – Agosto de 2016 – EL TEATRO
A pesar de una leve -aunque esperanzadora- tendencia al alza que es posible observar desde el año 2004, el índice de asistencia al teatro en Chile sigue siendo bajísimo. Según las cifras del último Reporte Estadístico del Teatro, encargado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, del total de asistentes a espectáculos, menos del 19% escogió el teatro como opción y, de ellos, más del 70% afirmaba haber asistido a una obra teatral entre 1 y 3 veces en los últimos 12 meses. Los grandes competidores son el cine y los conciertos. Queriendo ver el vaso medio lleno, rescatamos la mayor presencia en las salas del grupo etario más joven (entre 15 y 29 años) y la creciente oferta de obras dirigidas a los niños. El desafío es conservarlos y aumentar su participación.
En tanto, al otro lado del Atlántico, España lamenta la reducción, entre los años 2008 y 2015, de los hábitos de consumo de cultura de una población fuertemente golpeada por la crisis. La abismante cifra de la baja es de un 24% en ese período. Aun con ello, su consumo per capita sigue superando al de Chile. No redundaremos en comparaciones en las que no sería aventurado atribuir esa diferencia en favor del país europeo a décadas y décadas de políticas culturales diversas -si no opuestas-.
Lo que sí hacemos es invitar a los amigos y lectores a adentrarse en las páginas que siguen, donde hemos querido referir episodios de la historia de la escena, así como algunos postulados y experiencias, entre estas últimas la del tradicional teatro de marionetas que precisamente constituye una herramienta de acercamiento al espectáculo en sala.
De origen ritual, el teatro devino mito y luego cedió terreno a la palabra, lo que hizo que en un determinado momento su línea de desarrollo perdiera paralelismo con la que dibujaba la literatura y convergieran ambas al punto de difuminarse los límites entre aquél y ésta. Tanto la cosmicidad del rito como la humanidad del logos, han aportado a la dramaturgia una riqueza que intentamos reflejar y acercar al público lector y espectador. Porque -haciendo nuestras las palabras de Darío Villanueva, director de la Real Academia Española, a propósito de la referida crisis de consumo cultural observada en ese país- creemos que “es más importante la cultura de base que un gran palacio de la ópera”.