Ricardo Piglia: la muerte del último borgeano
Un buen número de escritores –por no decir todos– acostumbran mirarse en los mismos espejos donde antes se miraron los autores que los precedieron. El irlandés James Joyce solía asomarse a la brillante y quieta superficie de las aguas donde antaño se reflejaba la imagen de Homero. El gran cronopio Julio Cortázar, proveniente de Mar del Plata, se oteaba en los horizontes de Poe, en la patafísica de Alfred Jarry y en “la ficción fantástica” que, a partir de cierto momento, comienza a brotar de la pluma de Jorge Luis Borges, quien secundado por una frase de La Escuela de Praga, sostiene que “la metafísica es una rama de la literatura fantástica”.
Otro más reciente Magister Ludi oriundo del Río de la Plata que se mira en los espejos borgeanos, es Ricardo Piglia. Él también urdirá una laboriosa y brillante metaliteratura, nacida de otros textos que, como realidades paralelas, se reflejan mutuamente.