Gotas de tinta

Vientre: Libertad, fuente y morada

Por Claudia Carmona Sepúlveda

A partir del 11 de octubre de 1811, las esclavas en territorio chileno podrían tolerar mejor su condición de tales, como señala el bando de Libertad de Vientre firmado por el Supremo Congreso Nacional, gracias al “consuelo de que sus hijos que nazcan desde hoy serán libres, como expresamente se establece por regla inalterable”.

La fuente, Jean Auguste Dominique Ingres, 1856.

La iniciativa de Manuel de Salas, que convertía a Chile en el segundo país abolicionista, otorgaba al vientre la significación de morada de un ser individual, libre, y es uno de los ejemplos registrados por la historia en que vientre se asimila a útero. Se trata, sin embargo, de una acepción que la RAE adeuda a los hispanoparlantes, pues entre las muchas significaciones que atribuye al concepto, ninguna lo define como lugar de gestación. Predomina en su diccionario la acepción de abdomen, parte anterior del cuerpo del hombre e inferior en el del animal, que remite a la etimología aceptada hasta hoy, del latín ‘venter’, precisamente abdomen. Una descripción que abarca toda la zona genital, gástrica y entérica, parte del cuerpo humano donde la teoría de los cuatro humores de la escuela hipocrática sitúa la fuente de las bilis negra y amarilla que bien pueden convertir a un hombre en un ser colérico o excesivamente melancólico. Así, la literatura se ha poblado de imágenes que acusan al vientre de las discrasias desestabilizadoras, asociándolo a la ira y, ya en los estudios conductistas, a un nivel instintivo, básico y primario de la relación del hombre con el mundo.

El léxico ganadero refiere a la hembra bovina reproductora como la ‘res de vientre’, y los movimientos feministas lo han convertido en bandera de lucha de los derechos que la mujer reclama sobre su propio cuerpo, otorgando al término, con muy diversos fines, los rasgos semánticos que los académicos de la lengua insisten en postergar.

Ha sido la poesía la llamada a hacer de vientre un tropo de ‘vida’. Porque si vientre es abdomen en el hombre y en el animal, si es mero continente en un objeto, en la mujer es -para el poeta- vida e, incluso, gloria. Es fuente, sitio donde todo comienza y lecho que acuna. Es origen y morada; es destino, meta anhelada. Es manantial y territorio. “Menos tu vientre, / todo es confuso. / Menos tu vientre, / todo es futuro / fugaz, pasado / baldío, turbio. / Menos tu vientre, / todo es oculto.”, canta Miguel Hernández, contraponiendo el vientre femenino a cuanto hay de incierto, a lo umbrío, como en los versos finales “Menos tu vientre, / todo es oscuro. / Menos tu vientre / claro y profundo.” Y ya que a todo lo opone, en todo lo convierte: en otro todo, el todo que es hogar, refugio, concreción y representación del enigma de la vida.

Mientras la Academia espera iniciativas legales y descubrimientos científicos para acuñar nuevas acepciones, que venga, pues, la poesía a derramar sus símbolos sobre la lengua, a erigir más bellas concepciones, allí donde han señoreado la ciencia, la técnica e incluso la ley.