Augusto Boal bajo el prisma de José Luis Olivari*
BOAL, UN TEATRO PARA LA ACCIÓN COLECTIVA
El teatro, siempre el teatro con sus avatares. La historia de la escena no ha estado exenta de pasiones intensas y conflictos en torno al cómo nos vemos y nos mostramos. Cuestión no menor cuando se trata de enfrentar el cúmulo de miradas que tenemos sobre lo que percibimos al hacer y ver teatro. Por lo general llegamos a la misma conclusión: Teatro y Vida van de la mano, realidades inseparables que acompañan al drama humano, lo que me permite introducir lo que viene.
¿Qué puede decirse de Augusto Boal? ¿Un luchador social? ¿Un profeta y constructor del teatro contemporáneo? Todo ello puede ser. Además, un reto a lo que depara una acción colectiva cultural iniciada en el siglo XX para transformar las relaciones sociales y políticas.
Boal nace y desarrolla sus primeras armas en su tierra, Brasil, década de los 50, 60 y principios de los 70. Formidable teatrista, director artístico del Teatro Arena de São Paulo, en un gran período de Latinoamérica, durante el cual salen bajo su mano dramaturgos como Gianfrancesco Guarnieri, Oduvaldo Vianna Filho, Nelson Xavier y tantos otros (quienes hablamos castellano ¡qué poco sabemos de la rica historia del teatro brasileño!). Luego el exilio y a peregrinar por Argentina, Perú, Europa. Finalmente la vuelta a Brasil posdictadura.
Desde sus comienzos Boal planteó una poética contestataria al sistema cultural imperante; un Teatro del Oprimido, en consonancia con la Pedagogía del Oprimido de su compatriota Paulo Freire. Puede decirse que ambos contribuyen de manera determinante a la formación de un pensamiento potente para la transformación social y cultural de los llamados pueblos colonizados del planeta. Es difícil encontrar en la actualidad, referentes de tanto impacto como el Pensamiento Crítico de Freire, junto a la Ética y Estética Teatral del Oprimido de Boal.
El dramaturgo fluminense plantea una revolución respecto al acto de creación cultural-artístico de la humanidad. Todos los seres humanos somos artistas, depositarios de un pensamiento sensible y otro simbólico. Éstos, al decir de Boal, fueron atrofiados en los sectores oprimidos -de las más diversas formas- por un pensamiento hegemónico y único que permea toda nuestra cultura globalizada.
Así, sostiene que el único modo de romper con la marginación (descarte, se diría hoy) es transgredir los muros que separan el teatro y la vida. Que caiga la valla entre la platea y el escenario. Todos pueden estar en la escena. Segundo, derrumbar la separación entre el espectáculo teatral y la vida real (entiéndase el cotidiano que llevamos todos). En opinión de Boal, la escena teatral es sólo para prepararnos (ensayar) para la comedia humana que vivimos cada día, para actuar sobre ella.
Sus postulados van más allá de ver al teatro como un espejo de la virtud y el vicio; propone que podemos transformar ese espejo en que nos vemos, en las imágenes de opresores y oprimidos que proyectamos. De la contemplación a la acción colectiva crítica y organizada.
Cuatro grandes etapas cubre su producción: En sus comienzos, levanta el Teatro Periodístico, con el que desenmascara la manipulación de la información por parte de los medios de la cultura dominante. Nada es neutral cuando de conocimiento e información se trata. Mediante breves escenas, utiliza los titulares y bajadas de la prensa y los contrasta con el cotidiano de los ciudadanos, quienes eligen y actúan tales discursos. Una segunda Poética es el Arcoíris del Deseo, donde estudia las manipulaciones introspectivas de la opresión que llevamos en nuestra conciencia -lo llama “el policía en la cabeza”-, potente trabajo que permitirá ensayar la simbiosis opresor/oprimido presente en nuestra existencia, la que servirá como poderosa herramienta para el Teatro Foro, corazón de todo su trabajo. Le sigue el Teatro Invisible, a través del cual propone hacer visible las relaciones opresivas que conviven con nosotros de manera naturalizada (machismo, esclavismo, etc.) para que sean vistas y combatidas. Finalmente, el Teatro Legislativo, una simulación de una sesión del Congreso, donde la ciudadanía legisla como asamblea popular. En Río de Janeiro, dicha experiencia permitió que los debates teatrales se transformaran en leyes, cuando ejerció como concejal entre 1993 y 1996.
Antes de morir en 2009, en su último y gran proyecto Prometeo (significativa divisa), sistematiza y condensa el Teatro Foro en una sólida propuesta. Sus componentes principales son: la palabra y el dominio de ésta por parte de los oprimidos de la Tierra, esto es, conquistar la palabra y saber usarla, como primer escalón en la lucha por la liberación; enseguida viene la imagen, ver lo que se mira, en buenas cuentas, usar la mirada para experimentar de manera consciente lo visto y vivido, y abandonar lo accesorio, para sorprendernos con la realidad que observamos (Brecht diría extrañarnos), y así romper la naturalización de la vida incorporada en el acto de mirar; finalmente, la música, la danza, con los efectos sinestésicos que provoca en cada uno de nosotros, el redescubrimiento de nuestros ritmos internos sonoros en la naturaleza, el trabajo y nuestra vida social. La tríada que presenta constituye los materiales centrales de toda una poética teatral que da un paso más allá de Brecht. Un espect-actor que delibera y actúa. El drama político boaliano instala a las muchedumbres como seres humanos que levantan su discurso de liberación.
Augusto Boal construye una estética que no surge de los iluminados por la vara mágica de la genialidad, sino de las personas comunes y corrientes, en la que el arte y su apropiación activa puede construir la ciudadanía, piedra angular de toda una teoría de la representación de los excluidos; en pocas palabras: de quienes habitamos la sociedad neoliberal que nos toca vivir.
El teatro latinoamericano tiene ya un referente que abre nuevas posibilidades teóricas y metodológicas en la recuperación del arte para las ciudadanías del siglo XXI.
Grande Boal.
* José Luis Olivari es actor por la Universidad Católica de Chile (1978), magíster en Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona (2002) y doctor en Comunicaciones por la misma universidad (2008). Integra el colectivo Cultura Viva Comunitaria (CVC), Plataforma Chile, parte del Consejo Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria, que agrupa a once países.