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Erik Satie bajo el prisma de María Eugenia Meza Basaure*

Melancólico y sagaz Satie

Entrar a la habitación de Erick Satie, ésa a la que por 30 años no había entrado nadie.

Entrar quizá el 2 de julio de 1925 (Satie había dejado este mundo un día antes y ya no podía impedirles el ingreso).

Entrar porque se es su amigo.

Entrar y enfrentarse a una estela de objetos, cartas, breves escritos, dibujos, herencia digna de este compositor cargado de ironía, desdén y, por qué no, de cierta amargura para mirar el mundo.

¿Qué ven? Una colección de un centenar de paraguas, siete ternos de terciopelo en sus respectivas bolsas y muchas, muchas cartas que jamás envió. Las principales, aquellas para Suzanne Valadon, aparentemente su único amor, con la que tuvo una relación de seis meses, pero a quien le escribió toda la vida. Ven el retrato que ella le hizo en 1893; trozos de obras u obras completas que escribió en los lugares más insospechados.

Sienten que con él se ha marchado no sólo un amigo, sino un genio. Uno que fue muy diferente en medio de otros diferentes.

Satie fue parte del momento anterior a la tormenta de las vanguardias y parte también de esa tormenta. Amigo de muchos talentos inadaptados que, con él, legaron obras eternas ya fuese en la plástica o la música, el ballet o el teatro. Colaboraron mutuamente. Registraron sus rostros o sus obras, como el fotógrafo Man Ray.

Cuando en París, con escándalo y pugilatos (cómo no) estrenó en 1917 su ballet Parade, había en esa función un peso artístico que entonces despreciaron público y crítica y que hoy mataríamos por presenciar: los rusos Serguéi Diaghilev y Leónide Massine estuvieron a cargo de la dirección y la coreografía, respectivamente; Pablo Picasso hizo los decorados y diseñó el vestuario; Jean Cocteau había creado el argumento y Guillaume Apollinaire redactó el programa que recibieron los asistentes. Algunos estudiosos dicen que en él se usó por primera vez el concepto de surrealismo. Todos embarcados en una misma “loca aventura” que mezclaba instrumentos tradicionales con una máquina de escribir, dos sirenas de vapor, una rueda de lotería, una matraca, un “botellófono” (conjunto de botellas afinadas según la cantidad de agua que contengan) y un revólver que, efectivamente, era disparado. Como para salir arrancando si uno no estaba alineado con las nuevas corrientes de la época.

A esas alturas, la obra de Satie ya era conocida. Primero por las piezas de cabaret escritas para el famoso café Le Chat Noir, donde se juntaba toda la primera línea del arte de avanzada y luego por unas curiosas obras místicas destinadas ya sea a los Rosacruces, orden de la que fue compositor oficial y maestro de capilla, o a una iglesia que él fundó y de la cual era el único feligrés: la Iglesia Metropolitana de Arte de Cristo el Guía.

©Marcelo Escobar

Usaba su lápiz afilado para escribir obras musicales alejadas por completo del romanticismo (odiaba a Beethoven) y del desarrollo convencional de la llamada música de conservatorio, pero igualmente para dejar indescifrables comentarios de carácter a los intérpretes en sus partituras. En lugar de los convencionales avanti con tutti o alegro ma non troppo, les sugería “muy turco, pregúntese sobre sí mismo, equípese de clarividencia, muy perdido, abrid la cabeza, supersticiosamente, ligero como un huevo, como un ruiseñor con dolor de muelas, moderadamente, le ruego”.

Los nombres de sus obras no andaban lejos en excentricidad. Este hombre de ojos vivaces e inquisitivos las llamó Gimnopedias, Ojivas, Gnosianas, El pez soñador, Desesperación agradable, Tres fragmentos con forma de pera, Verdaderos preludios blandos (para un perro), Oro viejo y viejas corazas, Embriones disecados, Descripciones automáticas, Sonatina burocrática, por nombrar algunas.

Su vida transcurrió entre Honfleur, en la baja Normandía, París y una localidad cercana a la capital gala, Arcueil, adonde llegó debido a los problemas económicos que lo alejaron de Montmartre, el centro de la bohemia. También podría decirse que su existencia transcurrió entre el alcohol y las largas caminatas; entre la soledad y la divina compañía de amigos, como Maurice Ravel y Claude Debussy, o de enemigos (no sólo los críticos, sino también artistas como Breton). Fue un adelantado. Puso ironía y sátira en la música. Inventó las melodías incidentales. Compuso ballets, música para cine, cuando éste era silente. Escribió óperas.

Dos veces estuvo en una escuela de música. La primera vez, de niño, en el Conservatorio, donde decretaron que no tenía talento. La segunda vez, de adulto, en la Schola Cantorum de Vincent d’Indy, hasta donde llegó cansado quizá de que le criticaran su falta de conocimientos formales o, tal vez, sólo para reírse un poco de la academia, a la que tuvo siempre por las cuerdas. Alguna vez escribió, sin embargo: “Los críticos dicen de mí que soy divertido… No es verdad… No soy divertido… No quiero serlo… Soy triste… Un melancólico… un llorón… como el sauce”.

De la larga lista de citas de Satie que es factible encontrar, nos quedamos con éstas. Para mayor abundamiento, sería bueno conseguir los libros del propio autor, Cuadernos de un mamífero (Editorial Acantilado, Barcelona, 2006) y Memorias de un amnésico y otros escritos (Editorial Fugaz, Madrid, 1989).

Diez frases y un poema

~Yo me llamo Erik Satie, como todo el mundo.

~El músico es quizá el más modesto de los animales, pero el más orgulloso. Él es quien inventó el arte sublime de estropear la poesía.

~Sepan que los niños son más jóvenes que muchos viejos.

~A las arañas les gusta la música como a la mayoría de nuestros compositores.

~Los artistas de nuestro tiempo se están convirtiendo en hombres de negocios, y tienen los mismos razonamientos que los notarios.

~Hay que aprender a ver a lo lejos. A lo lejísimos.

~Antes de componer una pieza, camino multitud de veces a su alrededor acompañado por mí mismo.

~Cuando era joven me dijeron “Ya lo verá usted cuando tenga cincuenta años”. Ahora tengo cincuenta y aún no he visto nada.

~La jornada del músico: • Despierto: a las 7:18; inspirado: de las 10:23 a las 11:47 • Como a las 12:11 y me levanto de la mesa a las 12:14. • Ocupaciones diversas (esgrima, reflexiones, inmovilidad, visitas, contemplación, ingenio, natación, etcétera): de las 16:41 a las 18:47. • La cena se sirve a las 19:16 y se termina a las 19:20. • Me acuesto regularmente a las 22:37. • Semanalmente despierto sobresaltado a las 3:19.

~El año pasado dicté varias conferencias acerca de la inteligencia y la musicalidad en los animales. Hoy les hablaré de la inteligencia y musicalidad en los críticos. Son temas muy semejantes.

~El pulpo: El pulpo está en su caverna. /Se divierte con un cangrejo. /Lo persigue. /Se le ha atragantado. /Despavorido, se pisa los pies. /Bebe un vaso de agua salada para recuperarse. /Esa bebida le sienta muy bien y le cambia las ideas.

 

FUENTES:

www.csmcordoba.com/revista-musicalia/musicalia-numero-1/185-yo-me-llamo-erik-satie-como-todo-el-mundo

Erik Satie: Pentagramas, emociones, penurias y rebeldía

 

* María Eugenia Meza Basaure. Periodista y editora chilena. Trabajó en prensa escrita dedicada a temas de cultura y género, para luego comenzar a editar textos de ciencias sociales en instituciones internacionales, de gobierno y ONG y centros de estudios de mujeres. Este año ha vuelto a la cultura como Coordinadora de Difusión y Formación de la Cineteca Nacional de Chile.