The Power of One
Por Claudia Carmona Sepúlveda
La historia de P. K., el muchacho huérfano que sueña con ser boxeador en medio de la violencia y segregación, brotó de la pluma del novelista australiano nacido en Sudáfrica, Bryce Courtenay. La puesta en escena a cargo del realizador estadounidense John G. Avildsen cojea en transmitir lo más valioso de la historia: ser un retrato de los más duros tiempos del appartheid, en el que el cineasta no profundiza, dando un cierto énfasis a la épica de la persecución de una meta, al estilo de su más afamado filme: Rocky. Lo que sí consigue Avildsen es reflejar afectos entrañables, lealtades a toda prueba y el vínculo del joven con la comunidad aborigen y su sistema de creencias. La sola banda sonora –una de tantas muestras del talento de Hans Zimmer–, que incluye unos coros francamente sublimes, justifica con creces la realización.
La cinematografía de The Power of One (EE.UU., 1992) es otro de sus puntos altos y es mérito del australiano Dean Semler. Nacido en Renmark en 1943, ha desarrollado una extensa carrera filmográfica y en televisión. Es en esta última que se inició a principios de los 70 como camarógrafo de la señal local, para pasar muy pronto a hacerse cargo de la dirección de fotografía de telefilmes y documentales.
En el celuloide debutó en 1980 con Stepping Out, y un año después ya ganaba elogiosos comentarios por su desempeño en Hoodwink. Su siguiente trabajo en esta misma función fue la segunda parte de la secuela apocalíptica dirigida por George Miller y protagonizada por un jovencísimo Mel Gibson, Mad Max 2, The Road Warrior, a la que siguieron otras producciones, para luego, en 1985, hacer lo propio en la tercera entrega de Mad Max, Beyond Thunderdome.
En 1988 Semler hizo su primera colaboración en el cine de Hollywood, con Cocktail (Roger Donaldson), la conocida comedia romántica protagonizada por Tom Cruise y Elisabeth Shue. Hacia el final de esa década tenía a su haber casi una treintena de filmes, incluyendo varios éxitos de taquilla como los ya mencionados y K-9 (Rod Daniel, 1989). Fue entonces reclutado por Kevin Costner para la osada apuesta que significaba Dance with Wolves, filme que retribuyó con creces a su director con la friolera de doce nominaciones a los premios Oscar 1990, de los cuales se adjudicó siete. Entre ellos, además de Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Guion Adaptado, figura la estatuilla recibida por Dean Semler, por Mejor Fotografía.
Se cuentan como parte de su extenso trabajo en esta disciplina de las siguientes décadas: The Three Musketeers (1993), Waterworld (1995), The Patriot (1998), The Bone Collector (1999), Dragonfly (2002) y Apocalypto (2006).
Pese a sus 74 años, Semler se mantiene muy activo en el circuito, con un promedio de dos filmes al año durante la presente década. Su más reciente colaboración como director de fotografía ha sido en Sandy Wexler (2017).