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La muerte llama a Woody Allen

Os lo digo de antemano para no tener que disimular el plumero: Woody Allen es uno de mis cineastas favoritos. Dejando de lado su vida personal (como la de Picasso o muchos otros artistas de dudosa moralidad), me parece un artista único que trata temas existenciales como la muerte o el sexo de manera desternillante, pero siempre inteligente: y eso es tremendamente liberador. Si de la muerte no podemos escapar ya por contrato… ¿por qué no reírnos un buen rato? Mr. Allen, fiel a sus neurosis, ha ido haciéndole cosquillas a la muerte durante toda su obra: películas, cuentos e incluso piezas teatrales. Mr. Allen y una servidora compartimos la ansiedad como compañera de viaje y la hipocondría como reloj despertador, así que entiendo perfectamente que cuando algo te persigue lo mejor es acabar jugando póker juntos, de otro modo se hace insoportable. La risa es el sistema de defensa más efectivo ante los grandes traumas de la humanidad, nos reímos para ocultar nuestro terror ante la mortalidad. Reírnos de la muerte nos ahorra sesiones con nuestro psicoterapeuta, al menos para empezar.

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