... bajo el prisma de...

Charles Bukowski bajo el prisma de Benito Martínez*

Conversaciones con Hank Chinaski (1)

Paso el trapo sobre la vieja barra de madera hasta topar con un vaso. Un tumbler que minutos antes puse allí con una pequeña carga de Four Roses. Detrás del vaso hay unos ojillos punzantes empotrados en una especie de máscara de piedra compuesta por estrías sucesivas, como las ondas que hace el agua durante la lluvia. Más abajo cuelga, floja, una corbata oscura y sin adornos.

“Mal”, me responde antes de que le pregunte cómo está. Y lo dice con una especie de sonrisa. Este hombre parece siempre saber de antemano lo que le van a preguntar; por eso a veces se lanza en un monólogo más o menos largo y al final todo el mundo se va con su pregunta respondida; insultado y humillado, pero satisfecho. ¿Sabe, señor Hank?, ¡le estoy pegando duro a esa cosa! ¿A tu mujer? No, a esa cosa, el ordenador, estoy escribiendo, usted decía más o menos “pégale duro a esa cosa, no te canses, toma cerveza y sigue pegándole duro”. El ordenador lo conozco, sólo que yo hablaba de la máquina de escribir, recuerda que estoy muerto desde 1994. Estará muerto, pero ya lleva tres bourbons. Ni muerto dejaré de beber, eso también lo dije, ya ves.

Tengo la impresión, señor Hank, de que para usted beber es una actividad en sí misma y no el complemento de otras como leer, escuchar música o conversar. Usted bebe a cada pausa, a cada idea, a cada giro de la acción, toda su literatura está llena de alcohol… Sí, pero no de esta mierda que tú me pones, ya voy por tres whiskies; ¡yo tomo vino! Y cerveza, en Eyaculaciones, erecciones, exhibiciones tomo vino, en Mujeres mucha cerveza, hasta en la televisión tomo vino, en aquel programa francés… ¿Apostrophes? Sí, ése, había un montón de pendejos haciendo preguntas pendejas y se molestaron porque llegué borracho, ¡pendejos! Casi me caigo…

¿Qué mierda estás escribiendo? Bueno, intento una novela, pero ahora me han pedido, es decir, me han aceptado, un artículo sobre usted para una revista en internet. ¿Dónde? Déjelo, una revista. Un artículo sobre mí, ¿y por qué? Bueno, usted es Bukowski el maldito, el grande, el poeta, el novelista… Bueno, bueno, ¿y qué título? Porque el título va con las intenciones… “Alcohol y literatura, el caso Bukowski”. ¡Qué mierda de título! Es como la gente que tiene un gato y lo llama Kiwi, ¿es un gato o un kiwi? Un gato debe llamarse Roberto, o Antonio.

Déjame decirte algo sobre eso de escritor maldito y de realismo sucio que me cuelgan. Escritor maldito es al que no le publican y no tiene dinero para comer, ni beber, ni dormir en una cama –yo pasé lo mío, sobre todo en Eyaculaciones…, donde tenía que hacer malabares para encontrar donde dormir y qué comer, aunque nunca me faltaba el vino, bueno, me lo robaba–, publica en hojitas de mala muerte y sus poemas siempre van a parar a la basura o la gente los esconde por decencia y para que sus hijos no los encuentren porque no son ‘bonitos’. Pero a él o ella no le interesa escribir cosas bonitas sino desgarradoras, fuertes, palabras que sacudan, conmuevan, exciten los sentidos y el sexo.

La realidad es sucia; ¿cómo puede ser el realismo? Un tipo sin trabajo, al que amenazan de expulsión y persiguen por falta de pagos y a quien los hijos no quieren ni ver, se lanza de un décimo piso y se aplasta contra la acera; ¿qué parece? Pues lo que somos todos, un amasijo de sesos y mierda y sangre y la muchacha que lo ve va y vomita y el policía que llega vomita y tú ya te estás poniendo verde y sudando delante de mí. ¿Yo escribo sucio? Hay quien escribe sobre el corazón y gana mucha plata con eso; lo mío son las tripas, la gente llevando sus tripas llenas de mierda de un lado a otro de la vida; todas esas señoras elegantes y cargadas de joyas y perfumes llevando sus tripas llenas de mierda a la recepción del palacio.

Dejo el trapo colgando del tirador de la heladera y agarro la escoba, tengo que dejar el bar bien limpio para mañana. Hank enciende un cigarrillo. Barro un montón de cristales rotos. ¿Una pelea? Me gusta eso, en una época me peleaba en los bares, incluso me creí boxeador, pero terminaban siempre sacándome a patadas por el culo. No le tengo miedo al dolor gracias a mi padre, me pegaba y me pegaba una y otra vez; y mi madre, que no servía para nada, mirando ahí; hasta los dieciséis años, entonces un día me pegó y le partí la cara; lo más interesante es que todo eso me ha servido para escribir un montón de historias.

Leí Música de cañerías, es violento… Todo es violento; ser feo es violento, las mujeres hermosas llegaron con la fama, porque con esta cara… en Los Ángeles la gente se agolpaba en hoteluchos llenos de cucarachas que ni siquiera podían pagar, se emborrachaban, se pegaban, cogían, se volvían a emborrachar, se pegaban de nuevo; no había trabajo, no había nada, sólo fumar marihuana y beber y coger y pelearse; por eso Música… es así, como Los Ángeles. Por suerte un día apareció Linda Lee.

© Marcelo Escobar

¿El amor de su vida? –eché los cristales en un cubo y me puse a pasar agua–. Levante los pies. Esa mierda de amor, sí; detesto el amor. Pero se enamoró de Linda. Sí, y viví el resto de mi vida con ella, mierda de amor. Y entonces, ¿por qué se enamoró?  ¿Cuánto mides? 172 cm. ¿Y te gusta? No; pero tienes que vivir con eso ¿eh? El amor es lo mismo, puedes detestarlo, pero si sucede, tienes que vivir con eso y es peor. Mujeres tuvo muchas, hasta una de sus novelas autobiográficas lleva ese título… Sí, erré por el país y por sus mujeres, comí de todo, gordas, feas, feísimas, religiosas, putas, malos polvos, buenos polvos, y casi nunca salí bien de esas historias; lee Mujeres y lo verás.

Toda la misoginia se derrumba en Mujeres. ¿Misoginia? Entonces no has entendido nada, lo que parece tal no es sino el resentimiento del perdedor, del tipo incapaz de mantener un vínculo afectivo, de un animal en esa jungla urbana que me fascina, el único lugar en que he podido vivir, o ser quizás lo que llaman “feliz” de vez en cuando. Una jungla que no deja lugar a sentimientos o en algunos casos los tuerce, los deforma, los deja irreconocibles; el perdedor que se rebela inútilmente y cuya impotencia lo lleva a la desesperación; una jungla de impotentes desesperados; si no, lee mi poesía…

Es verdad que su poesía está hoy un poco olvidada, la gente busca sobre todo sus novelas, Factotum, Pulp, El cartero, o los volúmenes de relatos más conocidos, Música…, Escritos de un viejo indecente, Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones, pero hay muchísima poesía; ¿cómo hizo para escribir tanto? Pasé hambre, viví en cuartuchos, hice cualquier oficio una semana o dos cada vez antes de que me echaran, y sobre todo viví; no me exigí demasiado ni en el sexo ni en el éxito, tomaba lo que caía, no tuve familia, ni vacaciones, ni Navidad, pero no dejé de escribir; estuve, como tú dices que yo dije, pegándole duro a esa cosa, pegándole hasta caerme del hambre y bebiendo hasta dormirme antes del sexo. Nada de eso me mató.

Su poesía, señor Hank, muestra toda la complejidad de su personalidad, todas sus contradicciones y sufrimientos, sobre todo el que acompaña a la creación literaria, a la escritura… Si no te sale ardiendo de dentro/ a pesar de todo/ no lo hagas./ A no ser que salga espontáneamente de tu corazón/ de tu mente, de tu boca/ y de tus tripas,/ no lo hagas. Quizás aquí encuentre el lector, señor Hank, una clave o dos de su enigmático epitafio: Don’t try.

 

(1) Henry “Hank” Chinaski: Personaje y alter ego de Bukowski en obras tales como La senda del perdedor, Hollywood, Cartero, Factótum y Mujeres.

* Benito Martínez es cubano. Periodista y escritor; licenciado en Historia por la Universidad de La Habana, máster en Antropología Social y Cultural por la Universidad Católica de Lovaina. Excorresponsal de prensa en México y el Caribe; incluido en antologías editadas en España y Argentina, y autor de Cómo ser feliz sin dejar huellas y otras minificciones (Cádiz, 2016).