Editoriales

Editorial N°10 – Año 2 – Enero de 2016 – INFANCIA

El hemisferio sur vive hoy días cálidos, de mayor duración, y buena parte de su población disfruta un período de descanso; el hemisferio norte, por su parte, se recoge probablemente más temprano, escapando del frío invernal. Ambos escenarios parecen propicios para dedicar a los niños algo más de la atención habitual. Pensando en nuestros lectores, que de una u otra forma están vinculados con la infancia, hemos preparado este número que reúne miradas, reflexiones y experiencias en torno al mundo de los infantes, así como políticas y enfoques con que abordarlo.

Entendemos la protección y formación de los niños como una responsabilidad transversal que no debe supeditarse al evento biológico de haber engendrado uno. Es una labor de cuerpo social, que nos es dada con el solo paso por este planeta, con el haber sido todos, alguna vez, niños. Lo que ellos reciban de las generaciones que les preceden, cierto, afectará sus años por venir; pero, ante todo, fundará el futuro de la humanidad. Así de relevante es cuanto hagamos hoy por entregarles herramientas y valores, por traspasarles conocimientos que puedan aplicar a la generación de nuevo conocimiento, a la reflexión y a la creación.

Considerado alguna vez como un mero apéndice de su padre o como un adulto a escala, el niño fue jurídicamente reconocido como sujeto social -con especifidades y derechos- en experiencias aisladas de algunas entidades que, desde la Declaración de Ginebra en 1924 y la Declaración de los Derechos del Niño en 1959, se hicieron un deber resguardarlo del subempleo y la explotación, así como asegurarle su acceso a la educación. Es decir, en gran medida, como una reacción a los abusos de que era objeto. Mucho más tardíamente, en 1989, con la firma de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, parece alcanzarse una mayor universalidad en las políticas de protección de los infantes y en el consecuente -y muy paulatino- reconocimiento de ellos a niveles más domésticos y comunitarios.

Queda un largo camino por recorrer. No olvidamos que mucho del confort del mundo desarrollado se sustenta aún en la explotación de millares de pequeños, no sólo en el llamado Tercer Mundo, sino también en países que hoy se ufanan de sus índices de industrialización. Negarlo es cobardía, no ceguera.

La invitación es a asumir que nos debemos a ellos, que todos los niños del mundo son nuestros niños.

 
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