Reseña de cine

El abrazo de la serpiente

Por María Euggenia Meza Basaure

 

Una épica en blanco y negro

Muchos tópicos se han escrito sobre El abrazo de la serpiente (Ciro Guerra, 2015, Colombia-Venezuela-Argentina, ficción) y, la verdad, es que resulta un poco difícil salir de ellos al ver esta película fuera de lo común en forma y fondo.

Primero, el destacar su fotografía en blanco y negro. Un blanco y negro refulgente, utilizado con maestría por el director de fotografía David Gallego, que deja ver hasta los más pequeños detalles de las hojas, troncos, lianas y otros elementos vegetales de la selva. El agua y su movimiento también adquieren otra dimensión, quizá más corpórea, más densa, gracias a esta decisión fotográfica que fue tomada muy tempranamente por el director, influenciado por los diarios de viaje que le sirvieron de punto de partida, llegada e inspiración.

Esos diarios fueron aquellos dejados por los científicos Theodor Koch-Grünberg y Richard Evans Schultes –el primero alemán, el segundo estadounidense– que, en diferentes momentos de la primera mitad del siglo XX y con muy diferentes motivaciones, se adentraron en la selva colombiana y conocieron diversas tribus, muchas de ellas hoy desaparecidas. La historia, ficcionada, entrelaza las dos vivencias por medio de un personaje mágico, un chamán que los conoce en distintos momentos de su propia vida.

Otro de los tópicos es aludir a que este viaje iniciático de ambos occidentales “civilizados” es equivalente al del protagonista de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, un marinero que va en busca de un elusivo Kurt, en el África colonizada por los ingleses y que inspiró la creación de Apocalipsis Now, de Francis Ford Coppola, sobre otra cruenta invasión: la de Estados Unidos en Vietnam.

Ciertamente el filme es un viaje, un descenso a un lugar arrasado por la civilización y los blancos. Los dos científicos buscan a un personaje –el chamán– que puede llevarlos a las puertas del conocimiento mágico y se adentran por un río (otra similitud con novela y filmes anteriores) en una selva densa y misteriosa a la que, sin embargo, durante la mayor parte del tiempo, bordean. La película colombiana pone en imágenes y en historia un paisaje exterior e interior con un ritmo lento, jalonado de tanto en tanto por situaciones violentas filmadas de modo oscuro, las que ocurren en ambas vidas, iluminadas por antorchas y hogueras. Son momentos que contrastan fuertemente con las imágenes del día, transparentes y diáfanas, que van narrando las otras alternativas de los dos viajes, provocando un contrapunto y suavizando el paso entre uno y otro tiempo. Es que el tiempo real en que existen es indiferente; lo que importa es el viaje de los héroes que, en verdad, son uno solo.

Y llegamos al tercer tópico: el del periplo en busca de un objeto mágico. La estructura del cuento clásico, analizada desde Vladimir Propp hasta los estructuralistas, es aplicable a esta historia en que alcanzar la yakruna, planta sagrada, es la motivación de los dos científicos. Los dos deben pasar por distintas pruebas pero, dado que son héroes degradados, no conseguirán reestablecer el cosmos. Uno de los dos muere y el otro es tragado por la selva.

Por mi parte, creo que el filme de Ciro Guerra remite a dos obras de culto que presentan sendos personajes obsesionados por un sueño: Aguirre, la ira de Dios y Fitzcarraldo, de Werner Herzog. La selva que lo aprisiona y cierta atmósfera de misterio y cercanía de lo ominoso las hermana y pueden ser vistas como caras de la misma moneda: la ruptura de un mundo primitivo, conectado íntimamente con la naturaleza, pero a la vez brutal en ciertas conductas aunque con leyes específicas de protección de la selva. Lo que nos lleva a un cuarto tópico: el planteamiento de que el filme es una apología del buen salvaje, un discurso estético que reafirma la teoría expresada por Jean-Jacques Rousseau en el Origen de la desigualdad entre los hombres.

Todos estos tópicos son correctos. El abrazo de la serpiente es todo eso. Y, a la vez, bastante más: es una mirada distinta y quizá estetizante a la historia y el presente de un país atravesado por diversas formas de violencia desde sus inicios. Otra manera de encontrar con éxito una narración épica que explique los conflictos profundos de una sociedad quebrada por décadas. No en vano la realización ha acumulado 34 galardones, entre ellos el de la Quincena de los Realizadores en el Festival de Cannes y una postulación a Mejor Película Extranjera en la versión 2016 de los premios Oscar.