DeLetreando

Las paradojas de La biblioteca de Babel

04-paradojas-biblioteca-babelPor Claudia Carmona Sepúlveda

Los libros de La Biblioteca de Babel, concebida por Jorge Luis Borges en 1941, son piezas de museo que retratan un mundo arcano. Son objetos que niegan su propia naturaleza al privar al hombre de la sabiduría y el arte. En Babel todo está escrito, pero nadie puede dar lectura al colosal aunque finito número de ejemplares, producto de combinaciones simbólicas ininteligibles. El quehacer del bibliotecario se transforma, así, en el vano intento por explicar el sentido de la vida sin más fuente que el sinsentido. ¿Paradoja o simple ironía? Luego, como señala el relato, cuando “se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros” y que, por tanto, “el universo estaba justificado”, se esperó alcanzar la gran verdad: “el origen de la Biblioteca y del tiempo”. Para ello “si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiforme Biblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requiere y los vocabularios y gramáticas de ese idioma”. Primera paradoja: la Biblioteca generando un corpus que aún no existe y que, además, sea inteligible para el hombre.

Intentar asir el mundo borgeano y explicar los laberintos de su metáfora universal ha sido ejercicio frecuente, y prácticamente no hay disciplina que no haya sucumbido a la tentación de iniciar, en la seguidilla de interminables anaqueles que componen la Biblioteca Total (que alberga incluso este escrito, haciéndolo tautológico de principio a fin), la búsqueda de su verdad definitiva, contenida en ese libro maravilloso, “compendio perfecto de todos los demás”, para acabar replicando el parangón de esa historia que no es historia, precipitándose, frustrada, al abismo central hasta disolverse “en el viento engendrado por la caída, que es infinito”. ¿Puede ser ilimitado un universo finito? ¿Puede un catálogo contener todos los catálogos si no contiene los comentarios de aquél? Algunas de las conclusiones a que han arribado semiólogos, sicólogos, matemáticos o analistas de sistemas en su revisión de las estructuras de la Biblioteca, probablemente asombrarían al propio autor porteño. Nueva paradoja: La Biblioteca de Babel ha devenido en Biblioteca de Babel por sí misma.

En 1955, poco después de ser nombrado director de la Biblioteca de Buenos Aires, Jorge Luis Borges perdió la vista. La ceguera que quizá le habría salvado de la locura en la Biblioteca de Babel, le impidió disfrutar el anhelado y ahora cumplido sueño de alcanzar el Paraíso deambulando entre novecientos mil volúmenes escritos en diversas lenguas, vivas y aprehensibles para el literato y traductor argentino. No paradoja, pero sí ironía que él mismo resumió en el Poema de los dones: “Nadie rebaje a lágrima o reproche / esta declaración de la maestría / de Dios, que con magnífica ironía / me dio a la vez los libros y la noche”.