Reseña de cine

Room

Por June Curiel

 

La habitación se abre con el sonido de la respiración, imágenes expresionistas de una pared rayada, un fregadero, una claraboya que deja ver un único pedazo de cielo y las palabras susurradas: “Vuelve a dormir“. Éste es el mundo de cuatro paredes selladas entre las que viven Joy (Brie Larson, reciente ganadora del Oscar por este papel) y su hijo de cinco años, Jack (Jacob Tremblay). Siete años desde que aquélla cayó, como Alicia, por el agujero de la madriguera cuando fue secuestrada. Para Joy es una prisión, para Jack esa habitación es el mundo entero. Gracias a la fantástica fotografía de Danny Cohen, la habitación parece tan grande como Jack la percibe: desde el océano de la cisterna del inodoro, en el que flota un barco de papel, a las cuevas debajo de la cama, donde la serpiente de cáscara de huevo vive, y la seguridad del armario en el que Jack duerme.

Con este argumento, el filme corría el peligro de convertirse en melodrama puro, aunque gracias a un excelente guión de Emma Donoghue, basado en su propio bestseller, va mucho más allá. El texto sigue siendo fiel a su material: narrado desde el punto de vista de Jack y por la limitada comprensión de la naturaleza de su entorno. Su madre -a quien conoce sólo como Ma- le guía a través de una rutina diaria, desde ejercicios hasta las comidas, y luego le hace señas en el armario, después de horas, cuando ella es visitada por su captor amenazante, un loco con barba conocido por Old Nick (Sean Bridgers). Aunque está claro que éste viola a la mujer, la dirección de Abrahamson (‘Frank’) mantiene la acción en el armario, desde donde Jack solamente oye los gruñidos de la cama.

La sensación de malestar invade el escenario, pues los espectadores saben más que Jack sobre su enigma y permanecen atrapados dentro de su limitada comprensión. Por suerte la claustrofobia sólo dura unos cuarenta y cinco minutos, después se convierte en una experiencia muy catártica: con la huida y posterior liberación, madre e hijo se encuentran en plena transición a la sociedad.

Dirigida con fiereza y seguridad por el irlandés, Room es una experiencia única en su tipo, que hay que ver y -como ya se intuye- no del todo agradable. El notable vínculo entre madre e hijo es sorprendente, sólo la química de los actores es ya una buena razón para disfrutar del filme.

Lo que Abrahamson expone con delicadeza es un regalo, un retrato psicológico que ofrece la empatía por las realidades alteradas y extremas, todo lo cual le permite obtener la medida completa de las emociones de gran alcance de esta película. Él y sus colaboradores excepcionales transforman la “habitación” en una producción que nadie quiere ver y con la que cada quien tendrá que experimentar.