Reseña de cine

Sueños robados

Por Cristina Duarte-Simões

 

Cuando Sandra Werneck rodaba Sueños robados en 2010, no era la primera vez que se interesaba por los adolescentes marginados de Brasil. El filme narra la vida de tres amigas adolescentes que viven en una favela de Río de Janeiro, Jessica, Sabrina y Daiane, y está basada en el libro-reportaje Las niñas de la esquina. Diarios de los sueños, dolores y aventuras de seis adolescentes de Brasil (Río de Janeiro, Record, 2010), de la periodista Eliane Trindade.

La cineasta carioca relata aquí las dificultades de las jóvenes ante un futuro incierto y violento que las lleva desde el comienzo por la ruta de la prostitución, las drogas y la decadencia. La posibilidad de escapar a ese destino dependerá de diversas negociaciones que deberán hacer con los diferentes personajes que se cruzarán en su camino.

Jessica es huérfana, su padre nunca es mencionado en la película, pero la diégesis da cuenta de que su madre falleció de SIDA tras una vida disoluta, de drogas y alcohol. Como la joven, sus amigas Sabrina y Daiane son bellas, alegres, casi se podría decir que son felices. Muy unidas, se encuentran todos los días para reír, depilarse, contarse sus problemas, fumar porros y… prostituirse. De vez en cuando lucen uniforme escolar y se las puede ver yendo o viniendo del colegio con cuadernos bajo el brazo. Este aspecto de su vida es, no obstante, apenas un decorado, se muestra secundario y anecdótico.

Privadas de todo tipo de apoyo familiar, las muchachas cuentan sólo con sus atributos físicos para hacerse un lugar en la sociedad y con sus códigos de solidaridad para subsistir. Sus cuerpos constituyen la moneda de cambio para la ascensión social, o, mejor dicho, para mantenerse vivas y no caer aun más bajo. Sus sueños han sido robados, van a la deriva en un mundo sin piedad, destinadas al placer del otro y condenadas al rol de la seducción.

El espectador que espera asistir a la caída final de estas chicas, se verá sorprendido porque Sandra Werneck propone una dirección totalmente inesperada y las jóvenes encontrarán, si no soluciones milagrosas, un leve mejoramiento a sus vidas; no hay salidas suicidas ni perdición, al menos en lo inmediato.

El tiempo de la película es de un año, durante el cual asistimos a varios cambios. Un juego que enfatiza esto es el contrapunto entre el primer y último plano de Sueños robados, que resume el camino recorrido por Jessica -quien es realmente el personaje central y más potente en la historia-. El plano inicial la muestra recorriendo la favela en bicicleta, para luego detenerse frente a la reja de un campo de baloncesto y observar con gran ilusión las clases de danza que se desarrollan en el lugar. La toma final repite la secuencia, pero con un sugestivo plano cerrado que insinúa el comienzo de una nueva vida.

Sueños robados es muy representativa de un Brasil en que el 45% de la población de entre 0 y 18 años es pobre y sus familias sobreviven con apenas dos euros diarios. La realizadora presenta un amargo retrato de este país que ignora a los más desposeídos, en particular a las mujeres, pues, como sabemos, en un sistema patriarcal éstas son las más vulnerables. Werneck escoge mostrar la sociedad brasileña lejos del carnaval, del fútbol y el samba que, en cierta manera, han contribuido a erigir una imagen superficial y fragmentada de esa nación.