Ulysses y la fugaz eternidad
“(…) y así en las calles de la noche perduran
tus infiernos espléndidos,
tantas cadencias y metáforas tuyas,
los oros de tu sombra.
Qué importa nuestra cobardía si hay en la tierra
un sólo hombre valiente (…)”
Invocación a Joyce, Jorge Luis Borges
Un tanto apabullado, el ciudadano común asiste en las últimas décadas al inexorable derrumbe de todo tipo de ismos e imperios. Aquello que antes brindaba certeza y seguridad ha ingresado hoy en la gelatinosa región de las incertidumbres, y sólidas certezas pierden pie y se desploman. Ocurre que el concepto mismo de entretención viene experimentando mutaciones irreversibles y, como sostiene la letra del tango, “vivimos en la impostura y en el mismo lodo todos manoseados”. La peste avanza contaminando áreas consideradas sagradas, no se salva nada. Inclusive valores estéticos y éticos naufragan en el lodo insípido de la farándula en este “despliegue de maldad insolente que no hay quien lo niegue”. La plaga corroe y amenaza los dominios de la creación artística, sin dejar en pie ni a la literatura.