Ediciones anteriores

Sergio Larraín. El anonimato de una estrella fugaz

Sergio Larraín, a quien Roberto Bolaño definió como un romántico, rápido, ágil, joven e inerme y de mirada similar a un espejo arborescente, un personaje fatal, es ampliamente considerado como el más importante de los fotógrafos chilenos. Desde niño encontró en su casa un gran ambiente cultural, tuvo acceso a revistas como Minotauro, Urbe y muchos libros con ilustraciones de arte y quiso vivir en el sur de Chile, donde los ríos y los bosques aún estaban intactos. Eso explica su decisión de estudiar Ingeniería Forestal en Berkeley, además de alejarse de la familia y conocer otros mundos. No asistía mucho a clases, pero sí frecuentaba la vida bohemia. Un día fue de tiendas y en una vitrina halló una cámara Leica IIIc, usada, que adquirió mediante pagos diferidos de cinco dólares por mes, gracias a su trabajo de lavaplatos en un restorán. Hacia 1950, se mudó a Ann Arbor para estudiar en la Universidad de Michigan. Es ahí donde sigue su carrera fotográfica y donde pudo disponer de un laboratorio en blanco y negro para realizar sus primeros revelados.

Siga leyendo